Se me derrite la blanda carne
al contacto con el fuego.
El barro de tu lengua
me acaricia las sienes.
Las esferas del placer son mías,
y como ellas consumo y actúo,
actúo y permito
o libremente prohíbo.
Se me deshace el alma
en la negrura de la pequeña muerte,
y al despertar, al volver a crecer,
examino esta deliciosa podredumbre
que me embriaga,
que me fascina.
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